miércoles, julio 25, 2007

El ocio disimulado


Tiempo de lectura: 30 seg.

Cuando alguno se inscribe en un cursillo nuevo habrá otro que le diga:
-Yo no tengo tiempo para cursillos (yo no soy tan ocioso como tú).
El inscripto, ingenuamente, muestra disponibilidad, no necesita demostrar qué importante es; no simula disponibilidad nula. Ante la aparición de una gran actividad apretará su itinerario.
El otro, esquiva reconocer la meritoria productividad del inscripto, compadeciéndose a sí mismo, ante la humanidad, por la ajetreada vida que le tocó. La sabiduría del otro radica en que, acorde a los preceptos de oferta-demanda, lo más codiciado no está permanentemente disponible.

miércoles, julio 18, 2007

La intención agresora


Tiempo de lectura: 25 seg.
* * *
Joven aprendiste el valor de la intención. Aplicas tal aprendizaje cuando te dan un horrible regalo. Amable, te preocupa valorar el esfuerzo y la intención. Hasta sonríes, aun cuando consideras que el regalo es tan feo que parece mal intencionado, o de poca intención, o de una intención de calidad infinitamente peor que la tuya cuando regalas. Entonces el regalador, maldito agresor, se regocija. Decide pues, al ver tu gratitud, herirte aún más, a ver si de una vez reaccionas. Y dice algo como:
* * *
- Yo jamás lo compraría para mí, pero ni bien lo vi supe que te encantaría, que era perfecto para tu personalidad.

miércoles, julio 11, 2007

La verdadera confesión




Tiempo de lectura: 40 seg.
-.-
En aras de obtener el puesto de confidente, como primera premisa disimularás cualquier susto ante lo que oíste, mientras te creas capaz de perdonarlo. Y verás, así, surgir lo más imperdonable. Como capas de cebolla que se van, hallarás el centro del pecador, que confesará los peores horrores, ante tu impasible expresión de oyente feliz.

No te convendrá asustar a tu prójimo, anunciándole qué cosas jamás le perdonarías. Sólo lograrás que, cuando las cometa, prefiera no confesártelo.

miércoles, julio 04, 2007

La fisonomía derretida


Tiempo de lectura: 40 seg.

**


Jurarías que jamás decepcionarás a los sobrinitos de tu ex. Mientras tus suegros hablaban de coberturas médicas con tu cuñada, tú jugabas con ellos. Cuando desapareciste, ellos congelaron tu personaje de Disneylandia. Pero algún día irás al bar con alguien, y los sobrinitos de tu ex justo entrarán, con su mamá, como si fuese el único bar de la ciudad, como si ellos visitasen bares tan seguido. Y no hallarás en tu fisonomía una sola cara que les diga a la vez:
**

-Niños, finjan no conocerme.
**

-Niños, no me abominen.
**

Y entenderás que, congelarse tras la muerte, sólo al señor Walt Disney le ha dado óptimos resultados.