miércoles, agosto 29, 2007

Los cortos trechos de la justicia

Tiempo de lectura: 20 seg.

La envidia se sustenta en una supuesta justicia. Nunca vi a un anónimo envidiar a un famoso. Más vale envidiar en trechos cortitos. Por supuesta justicia, la envidia se da entre colegas.

El envidioso cree que debería ser el envidiado. Tal vez por eso lo menosprecia Y así, virtualmente, alcanzan el mismo nivel.

miércoles, agosto 22, 2007

La revancha excesiva


Tiempo de lectura: 35 seg.


Te exiges ecuanimidad. Disimulas tu sed de venganza. Silvestre, libre de rencor. Pero ni la Biblia te lo creerá del todo. Vamos, si la víbora, por darle a Eva un consejito, tuvo que arrastrarse el resto de la vida, y con ella millares de víboras inocentes, aún ni nacidas, fueron condenadas a no levantar la cabeza del suelo.

Toda la raza de Adán y Eva privada del Paraíso, por la ingesta de un fruto. Y luego quieren que tú perdones, olvides el pasado, y evites la revancha.

miércoles, agosto 15, 2007

La certeza supeditada




Tiempo de lectura: 55 seg.


Las acciones sacrificadas se supeditan al grado de certeza del actor. El certero supedita toda su vida a la causa que sabe cierta. Si su certeza no fuera cierta, algo quizá le indicará, cuando muera, que vivió en el error. Si su certeza es cierta, algo quizá le indicará, cuando muera, que era cierto. De ahí el riesgo. El certero le teme, aunque no lo admita, a aquel refrán: “Más vale no escupir para arriba, o te caerá en la cara”.

El de pocas certezas supedita sus acciones a diferentes causas, por las dudas. Imagina que hay una certeza, pero teme de su error, de sí mismo. Aplica el principio, de orden casi económico, que indica: “Más vale no poner todos los huevos en la misma canasta”.

Y habrá un tercero en discordia, que les dirá:
- No hay verdad absoluta.
Pero ni de eso tiene certeza. Si la tuviera, sería un certero.

miércoles, agosto 08, 2007

La espontaneidad sobre-exigida


Tiempo de lectura: 50 seg.

-Quiero que cambies tu actitud.
Te cuestiona tu instintivo proceder, tus costumbres. Con grandeza, tú comprendes el pedido, le das la razón y te comprometes a cambiar. Luego te congratulas: has madurado filosóficamente (oíste la crítica, reprimiste tu orgullo, cediste).
Pero, cuando vas a dar tu primer gran paso en el cambio de actitud, premeditadamente, contra el instinto de aplicar tu actitud usual, descubres que no basta con eso. Debes, además, fingir naturalidad en tus movimientos, que no actúas diferente sólo por el impulso de la crítica, sino, quizá, el autor de la crítica te largue un:
-Ah, pero ojalá cambiaras porque te nace.

miércoles, agosto 01, 2007

La hermosura bienaventurada


Tiempo de lectura: 25 seg.
La fealdad es un enojo religioso, como si el de arriba diera la bienvenida al nacer, pero sólo a medias. El alma de la fea lejos de cultivarse, como indica la compasión popular, vive bajo azotes constantes.
El consuelo más corriente, en un sistema racional regido por el precepto de “bienaventurado el reino de los pobres”, es que la más hermosa tendrá castigo interior. Como si no pudiera la hermosa acumular virtudes y la fea, defectos. Como si el pobre no pudiese ser, además de pobre, nada bienaventurado.