miércoles, junio 27, 2007

La infelicidad abastecida


Tiempo de lectura: 50 seg.
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El refrán enfrenta al dinero con la felicidad. Pero es preferible llorar en un sillón de cuero, que en un pedazo de diario. Nunca vi que una empresa fúnebre envíe a los parientes del fallecido en bici al cementerio. Ni a nadie angustiarse por la aparición de un viaje a París. Ya bastante duro es no ser feliz, más vale no llamar, además, a la pobreza. Más vale no agregar, a la tristeza, un móvil de la policía persiguiéndote por robar una fruta, unas ropitas. Más vale no agregar, a la infelicidad, un préstamo. El que desee llorar sin duda lo hará, si le cortan la luz. Y no hablará con nadie, si le cortan el teléfono.
Mejor no iniciarle revanchismos al pobre dinero. Él no tuvo la culpa. Ni de desaparecer, ni de aparecerle al peor mortal. Un monedero robusto no resolverá todas las penurias, pero siempre ayudará a sobrellevarlas cómodamente.

miércoles, junio 20, 2007

La devaluación de los testigos

Tiempo de lectura: 20 seg.

¿Habrá roles eternos sin testigos?, serás la persona más sabia del salón; la más simpática, de un boliche. Pero, salvo que hayas nacido en vacaciones, festejar tu cumpleaños con la mezcla de testigos de tus diversos roles puede aniquilarte. Los testigos, mezclados, mostrarán que tu rol de sabiduría de salón es puro verso; que tu rol de simpatía, puro alcohol.

miércoles, junio 13, 2007

La antorcha de los menos hábiles


Tiempo de lectura: 25 seg.
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¿Por qué las puertas de vidrio despiertan la gentileza del peor rufián? Hasta él goza demostrando que distingue a la legua el “tire” del “empuje”. Ningún asesino serial consigue empujar la puerta de vidrio y arrojársela en la cara al que viene después. Ni siquiera si lo matará en el próximo minuto. Hasta él teme parecer mal samaritano. Si la habilidad le alcanza para no confundir la función del “tire” con la del “empuje”, quiere exhibir su astucia. Si no le alcanza, ni bien termina de entrar, sostiene la puerta transparente en el aire, así pasa la antorcha de su último aprendizaje.

miércoles, junio 06, 2007

El valor de la pena











Tiempo de lectura: 45 seg.




Hay una persona que te alegra sentada enfrente, en la mesa del pub. Acostada en el costado de la cama. Bailando con una de sus manos en tus omóplatos. Pero tu alegría se disipa cuando no sabes si tú eres su amor idílico. Así, recuerdas cuánto te costará convencerla de que vales la pena. Que esa persona crea que puede prestarte un pedacito de su destino, no implica que valgas la pena. Y tú, con tal de demostrar que vales la pena, darías lo que fuera; hasta darías pena. Y cómo cuesta sostener tu fachada de "valgo la pena" tras la primera charla, tras el primer baile, tras el primer retiro de tus botas, ¿valdrás la pena cuando te saques las botas?, igual te las tendrás que sacar, ¿o acaso eres el gato con botas?