La soledad de los sin lista
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En la escuela tuviste un recreo feliz, en el que creíste ganar la amistad de la persona más popular de la clase. Pero, en el recreo siguiente, esa misma persona redactó despiadadamente la lista de compañeros para la cabaña del campamento generacional. Y en la cabaña entraban cinco. Y ni siquiera dijo que tú habrías ocupado el número seis. Tus sueños de popularidad al bombo. En la lista sólo cabían deportistas. Y dormiste en otra cabaña, con dos más que sobraron de la clase.
En el liceo tuviste una hora puente feliz, en la que creíste ganar la amistad de la persona más popular de la clase. Pero, cuando se sacó la bufanda, descubriste en su cuello un tercio de círculo de oro. Los otros dos tercios pendían de los cuellos de otras dos personas muy populares. Ese cuello ya estaba marcado, y contigo no tendría más que unas breves charlas.
Para tu casamiento cuidas incluir en la lista de invitados a quienes te incluyeron, o te incluirían. Y te alegras en la parte civil de la boda, no tanto por la unión con la persona que amas, como por la paz interna que te genera ver tu nombre junto a otro, para la eternidad.
En la escuela tuviste un recreo feliz, en el que creíste ganar la amistad de la persona más popular de la clase. Pero, en el recreo siguiente, esa misma persona redactó despiadadamente la lista de compañeros para la cabaña del campamento generacional. Y en la cabaña entraban cinco. Y ni siquiera dijo que tú habrías ocupado el número seis. Tus sueños de popularidad al bombo. En la lista sólo cabían deportistas. Y dormiste en otra cabaña, con dos más que sobraron de la clase.
En el liceo tuviste una hora puente feliz, en la que creíste ganar la amistad de la persona más popular de la clase. Pero, cuando se sacó la bufanda, descubriste en su cuello un tercio de círculo de oro. Los otros dos tercios pendían de los cuellos de otras dos personas muy populares. Ese cuello ya estaba marcado, y contigo no tendría más que unas breves charlas.
Para tu casamiento cuidas incluir en la lista de invitados a quienes te incluyeron, o te incluirían. Y te alegras en la parte civil de la boda, no tanto por la unión con la persona que amas, como por la paz interna que te genera ver tu nombre junto a otro, para la eternidad.