miércoles, noviembre 28, 2007

El afán del comediante


Tiempo de lectura: 40 seg.


El que habla sin rigor pretende que así lo oigan. Cree haber elegido a oyentes que lo decodificarán. Cree que sabrán que colorea sus dichos. El que habla sin rigor exagera, cuando lo cree propicio. Dice alguna maldad o inexactitud. Y habrá alguno que lo acuse, a secas, de inexacto o malvado. Ese oyente literal se considerará en la alta posición de reeducar con sus valores. Pero, para el que habla en sentido figurado, el oyente literal estará en la baja posición de haber sido solemne en un contexto que no lo ameritaba.

miércoles, noviembre 21, 2007

Los trechos de la autocensura


Tiempo de lectura: 30 seg.

El pensamiento es tan orgánico, tan incontrolable, que alguno le llama sentimiento.

Cuando internan a una persona que valoras te angustia, inevitablemente, tener que faltar a la fiesta que tenías programada. Otro costado de tu cerebro se avergonzará y autocensurará tu banalidad natural. Y, obediente con ese costado, ni siquiera mencionarás el festejo al convaleciente.

Porque has aprendido que aunque el pensamiento no tenga control, la palabra lo tiene. Porque el mismo trecho que separa al dicho del hecho, separa al pensamiento del dicho.

miércoles, noviembre 14, 2007

La vocación educativo-justiciera

Tiempo de lectura: 25 seg.

Los vanidosos y los modestos despiertan en el prójimo una vocación educativo-justiciera. Al que se crea la gran cosa, intentarán decirle:
- Vales poco.
Así, la vocación educativo-justiciera dirá al modesto:
- ¡Cuánto vales!
Cuán poco sabremos de los vanidosos que valen mucho, y de los humildes que sólo cultivan esa virtud. Y, para peor, el vanidoso más inteligente, a sabiendas de este afán de reajuste, fingirá creerse poco.

martes, noviembre 06, 2007

La aptitud natural

Tiempo de lectura: 30 seg.

Tras tantas pruebas para acreditar que podrás hacerlo, ya no te propones tanto adquirir aptitud como demostrar que ya la traes contigo.
Si mereces perder, te convendrá que suceda. Ojalá la prueba oficie de amiga que te rescata del gran fracaso futuro.
Preferir el certificado de aprobación como sea, es como evitar ir a duelo con tu tía, para enfrentar luego al mismísimo Hulk.
Pero cómo cuesta ver la prueba perdida como profecía de la propia inutilidad. Qué ganas dan de decirle al testeador:
- Nací cirujano, ahora quiero mi papelito para abrir a ese paciente.